Aún
recuerdo al “Loco”,
Triste
y meditabundo,
Hablando
a su imaginación,
Ajeno
al mundo.
Pena
me daba cuando de él se mofaban.
Pena
me daba cuando le gritaban: ¡loco!
Pena
me daba cuando miraba sin ver.
Pena
me daba cuando le acosaban.
No
pedía dinero ni pan,
No
pedía clemencia,
No
pedía indulgencia,
Solo
pedía comprensión
Y
mucha paciencia.
Sus
ropas mugrienta y andrajosa,
Sus
cabellos encrespados,
Sus
pies desnudos sobre la fría losa.
Sus
ojos de color cielo,
Miraban
al vacío y no veía nada,
Solo
veía espíritus que le llamaban,
Corazones
de piedra te mirábamos.
Los
perros al pasar te ladraban.
Tu
aspecto nos amedrentaba.
De
tu camino nos apartábamos.
Eras
espíritu libre y sin pecados,
Que
andabas por trochas imaginarias.
Ante
ojos de Dios eras amado,
Y
de los hombres despreciado.
Un
coche loco quitó tu errante vida,
Te
fuiste al otro mundo sin tus miserias,
Sin
que nadie lavara tu cuerpo,
Sin
que nadie te acogiera.
En
mi memoria llevo tu recuerdo como símbolo de mi falta de caridad.
Amador Frías
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