Ya, las estrellas
Se tornaron fugaces
Huyendo de la negrura de la noche,
Permitiendo entrar la luz divina.
Y una de ellas quedó
Prendida para siempre.
Un celeste zarcociano
Llenó el horizonte,
Derramándose en el regazo
Sereno de una madre.
Lúgubre aullidos cesaron
Y los miedos del mundo
Se desvanecieron.
Entre tanto, un leve llanto
Rasgó el silencio de un establo.
Pajas húmedas abrigaron al niño
Y cálidos alientos espantaron sus fríos,
Mula y vaca sellaron
El pórtico de su nido.
El día quebró finalmente
Las tinieblas del pesebre,
Cantos lejanos anunciaron
Que el niño redentor
Nos había rescatado.
Prendida para siempre.
Un celeste zarcociano
Llenó el horizonte,
Derramándose en el regazo
Sereno de una madre.
Lúgubre aullidos cesaron
Y los miedos del mundo
Se desvanecieron.
Entre tanto, un leve llanto
Rasgó el silencio de un establo.
Pajas húmedas abrigaron al niño
Y cálidos alientos espantaron sus fríos,
Mula y vaca sellaron
El pórtico de su nido.
El día quebró finalmente
Las tinieblas del pesebre,
Cantos lejanos anunciaron
Que el niño redentor
Nos había rescatado.
Myklos