La savia hace un esfuerzo inmenso para subir en los macizos árboles, hasta el extremo más alto.
Los árboles se esfuerzan por abrir sus yemas silenciosamente.
Por fin, estallan la yemas en pequeñas hojas parecidas a diminutas llamas de bronce.
En el bosque, los amargones simulan soles en la hierba, entre la blancura de las margaritas.
La espesura de los avellanos son como un encaje de hojas entreabiertas y de amentos polvorosos.
Las anémonas amarillas florecen por doquier.
El verde lujurioso y sombrío de los jacintos, es como un mar, del cual se eleva el azul pálido de los capullos.
Los junquillos dobles se yerguen en montones, y las velloritas bordean de rojo el sendero, como botones de felpa roja.
Los capullos de las rosas se abren de nuevo, las rosas no son las mismas.
Igual que las golondrinas que vuelven son otras.
PERO EN TODAS PARTES, LA ECLOSION DE BOTONES O CAPULLOS.....EL FERVOR DE LA VIDA.
El Bardo.
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