se despertó el manantial de antiguos recuerdos.
Metálico y claro resonó el coro de mis amistades.
Vaporosos y supraterrenos, como húmedas flores marinas,
venían flotando los retratos de amigos y amigas,
que tanto había querido y amado.
En el pequeño teatro de mis sueños
aparecen en ocasiones todas las ninfas
que alguna vez he amado.
Cada una me dió lo que sólo ella podía dar,
a cada una le dí, lo que sólo ella podía tomar de mí.
Todo el amor desperdiciado en mi vida,
floreció de una manera encantadora en mi jardín,
durante esa hora de ensueños.
Castas flores delicadas, vivas flores ardientes,
oscuras flores en trance de marchitez,
llameantes voluptuosidades, tiernos delirios,
igníferas melancolías, angustiosos desfallecimientos,
radiante renacer.
Hallé mujeres a las que sólo apresuradamente y
en raudo torbellino se podía conquistar, y otras,
a las era delicioso pretender durante mucho
tiempo y con ternura.
Todas fueron siendo mías, cada una a su manera.
EL BARDO.
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